El último grito en programas televisivos de entretenimiento se llama «Concentración». Un equipo de televisión hace una redada por las calles de París para reclutar a los participantes de este «reality show», escogiendo aleatoriamente entre la población. Los participantes serán trasladados al plató en vagones precintados, como los que transportaban a los judíos durante la época del exterminio nazi, y serán internados en un campo en el que otros concursantes desempeñan el papel de kapos. Bajo la estricta vigilancia de la cámara de televisión los prisioneros serán golpeados y humillados de cualquier modo, todo es válido mientras suban los niveles de audiencia. El momento más esperado llega cuando, cada semana, los telespectadores pueden participar en el concurso gracias al televoto: sin moverse de sus casas pueden eliminar-ejecutar a uno de los participantes del show. Pannonique, una estudiante de belleza sobrecogedora, es reclutada y se convierte en el número CKZ 114 en el campo de concentración televisado. El primer maltrato en este siniestro lugar consiste, pues, en la pérdida de identidad, en la supresión del propio nombre. Zdena, una mujer sin empleo que, cómo no, también ha recibido nueva identidad, descubre en Pannonique a su doble antagónico y se enamora perdidamente de ella. El bien y el mal formando una pareja fatal: la víctima y el verdugo, y también la bella y la bestia. Cuando la audiencia tiene que votar, se arma un estrepitoso revuelo mediático, pero aunque los telespectadores protestan, todos votan, y sale a la luz el sadismo hipócrita e inconsciente del público que deplora el horror pero es incapaz de perderse una entrega. Mientras tanto, Pannonique y el resto de participantes se juegan la vida… Una violenta sátira de la telerrealidad, el voyeurismo, la ignominia, la (fácil) buena conciencia, la denuncia moralizante. Una historia que sirve como crítica de un mundo brutal y crudo, de hipocresía biempensante, donde el individuo ha perdido toda libertad de acción porque de cualquier cosa se puede obtener un beneficio: un mundo en el que incluso la denuncia del sistema pertenece al sistema. A través de estas páginas terribles nos llega la metáfora de una sociedad en la que el sufrimiento se convierte en espectáculo.
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El último grito en programas televisivos de entretenimiento se llama «Concentración». Un equipo de televisión hace una redada por las calles de París para reclutar a los participantes de este «reality show», escogiendo aleatoriamente entre la población. Los participantes serán trasladados al plató en vagones precintados, como los que transportaban a los judíos durante la época del exterminio nazi, y serán internados en un campo en el que otros concursantes desempeñan el papel de kapos. Bajo la estricta vigilancia de la cámara de televisión los prisioneros serán golpeados y humillados de cualquier modo, todo es válido mientras suban los niveles de audiencia. El momento más esperado llega cuando, cada semana, los telespectadores pueden participar en el concurso gracias al televoto: sin moverse de sus casas pueden eliminar-ejecutar a uno de los participantes del show. Pannonique, una estudiante de belleza sobrecogedora, es reclutada y se convierte en el número CKZ 114 en el campo de concentración televisado. El primer maltrato en este siniestro lugar consiste, pues, en la pérdida de identidad, en la supresión del propio nombre. Zdena, una mujer sin empleo que, cómo no, también ha recibido nueva identidad, descubre en Pannonique a su doble antagónico y se enamora perdidamente de ella. El bien y el mal formando una pareja fatal: la víctima y el verdugo, y también la bella y la bestia. Cuando la audiencia tiene que votar, se arma un estrepitoso revuelo mediático, pero aunque los telespectadores protestan, todos votan, y sale a la luz el sadismo hipócrita e inconsciente del público que deplora el horror pero es incapaz de perderse una entrega. Mientras tanto, Pannonique y el resto de participantes se juegan la vida… Una violenta sátira de la telerrealidad, el voyeurismo, la ignominia, la (fácil) buena conciencia, la denuncia moralizante. Una historia que sirve como crítica de un mundo brutal y crudo, de hipocresía biempensante, donde el individuo ha perdido toda libertad de acción porque de cualquier cosa se puede obtener un beneficio: un mundo en el que incluso la denuncia del sistema pertenece al sistema. A través de estas páginas terribles nos llega la metáfora de una sociedad en la que el sufrimiento se convierte en espectáculo.