Ambicioso, seductor, déspota, genio político, terrorista por temperamento y por sistema, pluma talentosa, demagogo exaltado, estadista de carácter, trabajador incansable, traidor y corrupto, honesto y fiel, oportunista, patriota. Esos y muchos otros juicios contradictorios ha recibido la corta vida pública del jacobino Bernardo Monteagudo.
Ambicioso, seductor, déspota, genio político, terrorista por temperamento y por sistema, pluma talentosa, demagogo exaltado, estadista de carácter, trabajador incansable, traidor y corrupto, honesto y fiel, oportunista, patriota. Esos y muchos otros juicios contradictorios ha recibido la corta vida pública del jacobino Bernardo Monteagudo, desde los diecinueve años, cuando se doctoró en Chuquisaca -cuna de revolucionarios como Moreno y Castelli-, hasta los treinta y cinco, cuando una puñalada le atravesó el pecho en una preciosa noche de verano limeña.
Dieciséis años intensos, fulgurantes, que lo mantuvieron, tan joven, en...
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Ambicioso, seductor, déspota, genio político, terrorista por temperamento y por sistema, pluma talentosa, demagogo exaltado, estadista de carácter, trabajador incansable, traidor y corrupto, honesto y fiel, oportunista, patriota. Esos y muchos otros juicios contradictorios ha recibido la corta vida pública del jacobino Bernardo Monteagudo.
Ambicioso, seductor, déspota, genio político, terrorista por temperamento y por sistema, pluma talentosa, demagogo exaltado, estadista de carácter, trabajador incansable, traidor y corrupto, honesto y fiel, oportunista, patriota. Esos y muchos otros juicios contradictorios ha recibido la corta vida pública del jacobino Bernardo Monteagudo, desde los diecinueve años, cuando se doctoró en Chuquisaca -cuna de revolucionarios como Moreno y Castelli-, hasta los treinta y cinco, cuando una puñalada le atravesó el pecho en una preciosa noche de verano limeña.
Dieciséis años intensos, fulgurantes, que lo mantuvieron, tan joven, en...